CONFECCIÓN DEL VESTIDO Y MANTO DE LA VIRGEN ES UN ACTO DE AMOR Y DEVOCIÓN
Isabel Aquino Romero
Cronista Municipal
Con una paciencia infinita y una fe inquebrantable, un grupo principalmente de mujeres dedican incontables horas, que suman unos tres meses de trabajo diario para crear el vestido y manto de arte sacro que engalanan a la patrona de Huamantla, Virgen de la Caridad.
No es solo un trabajo artístico, es un acto de profunda espiritualidad, un diálogo silencioso entre la bordadora y la virgen. Son manos prodigiosas que elevan sus plegarias mientras enebran el canutillo de oro en las ornamentaciones que bordan sobre finas telas en las vestiduras sagradas para la Virgen de la Caridad, en un oceano azul celeste donde danzan prodigiosos los peces multicolores, los caballitos de mar y las tortugas al ritmo de los caracoles que evocan el paisaje marino diseñado en el manto y vestido deicado al año jubilar 2025.
Cada bordado es una oración, un suspiro de amor convertido en filigrana de canutillo de oro y seda que durante 147 años una familia apoyada por un grupo de bordadores se han encargado de inmortalizar no solo las técnicas de bordado y los simbolismos de nuestros antepasados en las vestiduras sagradas de la Virgen de la Caridad que se venera hace más de tres siglos en Huamantla, Tlaxcala, México.
Estas ofrendas de devoción se han convertido en piezas de arte popular que forman parte esencial de la festividad católica que hacen los huamantlecos, patrimonio cultural y artístico de la entidad.
De acuerdo con la historia, esta tradición fue iniciada y permanece viva en las familias Farfán y Hernández. Según los datos históricos, la primera en confeccionar el vestido a la virgen fue la señora María de Jesús Farfán (+) en el año de 1878, mismo que portaba unas magnolias o flor de yoloxóchitl, que los otomíes ofrendaban a la diosa Xochiquetzalli y que formaba parte de la flora local.
Posteriormente sus hijas Carmen y María de la Luz Hernández Farfán continuaron con el legado hasta el año 1895.
En los años subsecuentes no se confeccionaron prendas debido a que fue derribado el antiguo santuario para construir la moderna basílica, tiempo en el que se extraviaron vestiduras, joyas y ex votos pertenecientes a la sagrada imagen, mismos que fueron vendidos para reunir fondos para la construcción del templo.
Es hasta el año de 1963 que Carolina Hernández Castillo (+), “Carito” retoma esta tradición familiar que mantuvo vigente durante 52 años ininterrumpidos, hasta su muerte en diciembre de 2015, con la colaboración de un grupo de alrededor de bordadoras que ella misma formó para hacer estos delicados y finos bordados, además de la colaboración de sus hermanos José y Alfonso Hernández Castillo que contribuyeron en distintas maneras como la construcción de los bastidores de madera y herramientas útiles para la fijación de las telas sobre las cuales se hace el bordado, o las prosas que dedican a quienes se afanan en esta delicada labor.
Carito expresó en vida, que su dedicación en el bordado del vestido fue una muestra de gratitud por un milagro que ella experimentó al encomendar su salud a la Virgen de la Caridad después de que los médicos le aseguraban que no volvería a caminar, luego de sufrir una fractura de columna al caer de un caballo siendo muy joven.
En los momentos de angustia y desesperanza, su fe se aferró a la madre de Dios, y al esuchar sus súplicas, se manifestó el milagro de volver a caminar.
Con el corazón desbordado de gratitud, Carito prometió honrar este don con una vida de fe y devoción, bordando el vestido y manto de la Virgen hecho que cumplió hasta su muerte a los 92 años.
Posteriormente Elvira y Laura Hernández Torres, sobrinas de Carolina Hernández con apoyo de su familia y otras mujeres y jóvenes varones, voluntarios todos, mantienen viva la tradición que asumieron tras la muerte de Carito y que ha permanecido durante varias generaciones en la misma familia, aunque en el último medio siglo se han sumado varias personas, principalmente mujeres, motivadas por los milagros, por gratitud y por la enorme fe a la sagrada imagen de la Virgen de la Caridad.
La particularidad del vestido y sus hermosos diseños y bordados, han inspirado a escritores, músicos y poetas para dedicar sus versos a las damas que año con año, confeccionan la vestimenta sagrada.
El bordado de un testimonio de amor que se renueva cada 12 de agosto con el cambio del vestido de la virgen de La Caridad, en la basílica que se prepara para la fiesta mayor, la Asunción de María, el 15 de agosto.
La virgen porta los nuevos ropajes donados por distintas personas para la procesión de “La Noche que Nadie Duerme” cuando la ciudad se tapiza a lo largo de siete kilómetros para el recorrido procesional de la sagrada imagen que sale con su pueblo en una noche de colorido y arte del sueño al cielo.
Esta es la fe viva de un pueblo, Patrimonio Cultural Inmaterial de México.