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LA DEUDA QUE ESPAÑA AÚN LE DEBE A TLAXCALA



Rafael Salas Vázquez

En este año conmemoramos el bicentenario de la consumación de la independencia de México y es muy pertinente reflexionar con mente abierta sobre los hechos que han impactado a Tlaxcala desde hace medio milenio, pues aún arrastramos una tara que no nos deja terminar de definir qué es Tlaxcala, hacia dónde va y cuál será la nueva narrativa sobre la que construiremos el presente y futuro de nuestra tierra. 


Para ello será necesario exigir a España que repare y pague todo lo que le debe a Tlaxcala. Es pedir que se reconozcan los acuerdos que hicieron la corona española y Hernán Cortés, mismos que quedaron plasmados en el Lienzo de Tlaxcala para que, de cierta forma, podamos conceptualizar e interiorizar lo que pasó, lo que tenía que pasar y no pasó y lo que pasará de ahora en adelante.


Tlaxcala fue otrora imponente y majestuosa. En la época prehispánica su gobierno senatorial era muy poco común, pues era en un tiempo donde los emperadores y los monarcas concentraban todo el poder por lo que el senado tlaxcalteca llamó la atención del propio Hernán Cortés; dicho modelo de gobierno hasta fue citado y elogiado siglos después por personajes universales como Juan Jacobo Rousseau y Federico Engels. 


En la época colonial y por un breve tiempo se respetaron parte de los acuerdos que hizo Hernán Cortés con los señores de Tlaxcala y nuestro territorio incluso alcanzó los litorales de los océanos Pacífico y Atlántico; nuestro pueblo jugó el papel de ser colonizado y ser colonizador al mismo tiempo. 


Los antiguos tlaxcaltecas se sacrificaron y fueron enviados por los españoles a fundar todos los estados del norte, incluyendo parte de Estados Unidos casi hasta llegar a lo que hoy es Canadá. También acompañaron y defendieron nuestros paisanos a los españoles en sus peripecias por Sudamérica y Filipinas. Pero, ¿qué beneficio obtuvo Tlaxcala con todo ese apoyo que se le brindó a España?


Los españoles no le cumplieron a Tlaxcala. Tenían que haber dejado en Tlaxcala la ruta comercial o camino real que iba del puerto de Veracruz, pasaba por Tlaxcala, llegaba a la hoy CDMX y se extendía hasta las minas de Zacatecas y Guanajuato, pero no, lo desviaron y en lugar de beneficiar a sus aliados, algunos españoles traidores prefirieron crear una nueva ciudad hoy llamada Puebla.


Al paso de los años también intentaron sacar de Tlaxcala la diócesis y el entonces obispo Julián Garcés fue el que instaló en 1539 la sede episcopal en el nuevo territorio, dándole vuelta a lo pactado y buscando inversionistas que eclipsaran a Tlaxcala tanto política, económica y religiosamente; es decir, Puebla fue fundada sobre el hecho ineludible de querer desconocer acuerdos clave para la conquista, es por eso que el camino real dejó de pasar por Tlaxcala y eso explica mucho del atraso económico que hoy padecemos, además del escarnio injusto y el estigma de una traición que jamás sucedió. Incluso padecemos de la burla nacional cuando se vocifera que no existe Tlaxcala.


Hoy la propia Arquidiócesis de Puebla reconoce: “Posteriormente, tras la conquista, que permitió un conocimiento más preciso del territorio de la Nueva España, se obtuvo de Su Santidad Clemente VII (1478-1534) la Bula “Devotionis tuae probata sinceritas”, del 13 de octubre de 1525, con la que se erigía la Diócesis de Tlaxcala, como sufragánea de la Arquidiócesis de Sevilla (España). 


En dicha Bula, el Romano Pontífice declara que los límites de esta Diócesis “serán los que señale Carlos, Rey de Castilla”. Así, Carlos I de España y V del Sacro Imperio expidió en Granada una cédula fechada el 19 de septiembre de 1526, en la que establece que el nuevo Obispado se extienda por Tlaxcala, Veracruz, Tabasco y parte de Chiapas. La sede fue fijada en Tlaxcala, como recompensa a la lealtad que los tlaxcaltecas habían mostrado a los conquistadores. Fray Julián Garcés llegó a la Nueva España en 1527 para tomar posesión de su Diócesis en la iglesia de los franciscanos de Tlaxcala, a la que erigió como Catedral con el título de “Santa María de la Purísima Concepción" 

Mientras tanto, para responder a la necesidad de una ruta comercial más corta entre la Ciudad de México y Veracruz, y ofrecer una ciudad dedicada al descanso y comercio de españoles que quisieran desarrollarse sin explotar a los indígenas, fray Toribio de Benavente (1482-1569) y los guardianes de los conventos de Cholula, Huejotzingo, Tepeaca y Tlaxcala, se dieron a la tarea de buscar el lugar apropiado, con el consentimiento del Obispo Garcés y el apoyo  de Don Juan de Salmerón, miembro de la Segunda Audiencia.


 Así, en la zona delimitada por el cauce del Río San Francisco y el Cerro de San Cristóbal (actualmente llamados cerros de “Loreto” y “Guadalupe”), el 16 de abril de 1531 fue fundada la “Puebla de los Ángeles”, con una Misa celebrada por fray Toribio de Benavente, quien, junto a otros frailes franciscanos, construyó la primera de las capillas de la “Puebla” y acompañó a los primeros pobladores.” 


Los antiguos tlaxcaltecas, al ver que los acuerdos no se estaban cumpliendo, insistieron ante la realeza española que, para entonces, y gracias a Tlaxcala, ya se habían convertido en el imperio más poderoso del mundo para que se les respetara lo acordado, es por ello que crearon el llamado Lienzo de Tlaxcala. “El Lienzo de Tlaxcala fue realizado a petición del Cabildo de Tlaxcala y del virrey Luis de Velasco en 1552 con la intención de comunicar a la corona española la colaboración de los tlaxcaltecas en la conquista. El objetivo de este documento era demostrar a la corona que, debido a su papel en la conquista, Tlaxcala era merecedora de ciertos privilegios, como la disminución o indulgencia del pago de tributos que las autoridades virreinales imponían a las provincias.” 


Luego, el 1580, Diego Muñoz Camargo también le da crédito a los tlaxcaltecas y su inconmensurable aporte a la victoria de España sobre Tenochtitlán y Perú a través del documento conocido como el Manuscrito de Glasgow. 


Tlaxcala puso la gente, puso la sangre, puso todo lo que tenía a su alcance para consolidar al entonces imperio más poderoso del mundo y a cambio ¿qué recibió? Recibió la muerte de la mayoría de su población, recibió el desprecio y el racismo de personajes siniestros como Julián Garcés o Juan de Palafox y Mendoza, recibió el recorte de su territorio, recibió la traición de los españoles una vez que tuvieron todo el poder y recibió toda la pobreza cuando cambiaron la ruta original del camino real. 


A diferencia de lo que sucedió con los descendientes del tlatoani azteca, donde la corona española creó el título de Conde y luego el de Duque de Moctezuma de Tultengo, aquí ningún título nobiliario recibieron los señores de Tlaxcala. 


Esto también fue muy grave pues políticamente quedaron desprotegidos nuestros ancestros ya que, debido al tamaño de la encomienda, no bastaba con no cobrarle tributo a los tlaxcaltecas, sino que se tenía que haber creado quizá el ducado de Tizatlán, o quizá se hubiera nombrado al Marqués de Quiahuiztlán u Ocotelulco, o quizá crear el título de Conde de Tepeticpac; pero no fue así. Solo los engañaron diciéndoles “primos”, pero en los hechos trataron a nuestros ancestros como una molesta carga de la cual los españoles traicioneros ya no hallaban cómo deshacerse.


Es por eso que en este 2021, aprovechando la coyuntura del bicentenario de la consumación de la independencia nacional, deberíamos ir más allá del planteamiento del presidente Andrés Manuel López Obrador, en el sentido de exigir que los reyes de España se disculpen por los atropellos y graves agravios contra México durante la conquista.


Nosotros como tlaxcaltecas, además deberíamos exigir que se nos paguen reparaciones pues realmente fuimos los que más dimos a España y los que menos recibimos. No se trata de un planteamiento ridículo, sino de una reflexión profunda que realmente nos ayude a reescribir la historia.


A la luz de los 500 años transcurridos podemos decir que también fuimos víctimas de los españoles. España traicionó a Tlaxcala desde la más temprana etapa de la colonia y, al paso de los siglos la situación no hizo más que empeorar y empeorar. No olvidemos la intentona de desaparecer Tlaxcala, ya que de no haber sido defendida por Miguel Guridi y Alcocer en las cortes de Cádiz ni siquiera nos hubieran dejado existir como un estado libre y soberano.


Sé que estos planteamientos generarán escozor en muchos, sobre todo en aquellos que aun le queman incienso a España y a todo lo extranjero; no está de más recordar que no es casualidad que se utilice el concepto malinchismo en honor a la Malinche y que a nuestro volcán así lo hayan bautizado precisamente para reafirmar en el inconsciente colectivo nuestra vocación hacia la “traición” o hacia el extranjerismo. Pero si se analiza con mente crítica y abierta, se podrá dimensionar el grave daño de la traición de los españoles hacia los tlaxcaltecas.


Ahora bien, no seremos los únicos ni los últimos en exigirle a los otrora colonizadores el pago de reparaciones. Las reparaciones se han estado pagando y se ha demostrado lo sanador que puede ser para los pueblos vejados que su otrora opresor recule y se esmere por devolver un poco de lo mucho que saquearon o dañaron. Desde luego que no es una discusión fácil, pero sí necesaria para poder hacer un “borrón y cuenta nueva” en la historia de las naciones. 


El planteamiento del presidente López Obrador es correcto, pero el planteamiento que Tlaxcala debe hacer es aún más necesario. Al pedir reparaciones quizá haya que apelar a la cooperación internacional, e incluso pedir al pueblo español su solidaridad, pues es justo que a Tlaxcala se le devuelva un poco de lo mucho que le dio a España.


No es una propuesta ociosa o sin sentido. Por el contrario. Podríamos pedir que se paguen reparaciones pero con visión ganar-ganar, por ejemplo, pedir que España invierta millones de euros en Tlaxcala, o que empresas españolas se instalen en Tlaxcala o incluso crear nuevas empresas donde se fusionen capitales tlaxcaltecas y españoles. Lo mismo para que empresas tlaxcaltecas ingresen con facilidad a España y que se nos apoye para que haya más entendimiento de esto a nivel cultural, social, político y económico en España. Podría España apoyar a la cultura, el deporte, la investigación, la economía, el comercio, etc. 


Esas son las reparaciones que ayudarían sobremanera a Tlaxcala y ese es el propósito de esta reflexión. Por eso nadie debe espantarse ni sobresaltarse, pues deberían conocer más sobre las reparaciones que el gobierno de Nueva Zelanda ha presupuestado para apoyar a las poblaciones indígenas que segregó 10 , o la petición del gobierno de la India para que el Reino Unido les pague reparaciones, o los múltiples apoyos y reparaciones que Estados Unidos ha tenido que programar para comunidades indígenas y afrodescendientes que padecieron el yugo estadunidense, o las reparaciones que en general todos los países que alguna vez esclavizaron, saquearon, explotaron o cometieron genocidio le deben a los pueblos víctimas de su ambición, incluso aunque éstos atropellos hayan sucedido siglos atrás. 


Pedir el pago de reparaciones es un acto de justicia. A veces tardía, incluso con un retraso de medio milenio, pero nunca es tarde para rectificar. Sólo así los pueblos pueden convivir en paz y asimilar el doloroso pasado que nos hermana. También habría que pedirles a todos los países europeos que devuelvan todos los vestigios tlaxcaltecas que posean. El investigador Miguel Gleason logró rastrear muchas piezas prehispánicas tlaxcaltecas esparcidas por museos y colecciones públicas y privadas de Europa, sobre todo en España.


Recordemos que hace no mucho, la Dra. Beatriz Gutiérrez Müller, esposa del presidente López Obrador, hizo un recorrido por Europa para tratar de recuperar nuestros tesoros prehispánicos, incluyendo el penacho de Moctezuma que se encuentra en Austria.


Estos temas dan mucho de qué hablar, pero ya llegó la hora incluso de replantearnos si queremos tener como símbolo el escudo de Tlaxcala que hace alusión a Isabel, Karlos y Fernando, pues ya vimos que no fue de mucha ayuda que nos consideraran “primos nobles y leales”. 


Tal vez habría que repensar el escudo como un acto que genere una gran reflexión colectiva y nos inspire también a esbozar todo lo que queremos de Tlaxcala, desde luego sin pretender borrar la historia, solo reconsiderándola y sopesándola con la firme intención de mejorar y elevar la calidad de vida de nosotros como mexicanos y tlaxcaltecas del siglo XXI. Es una discusión impostergable, así que llegó la hora de enfrentarla con madurez y visión.


Agradezco públicamente al Maestro Willebaldo Herrera, quien ha sido actor fundamental para mi entendimiento del pasado tlaxcalteca y la redacción de este texto.