"EDUCACIÓN DE CALIDAD" CON TINTES DE MEDIOCRIDAD
AUTOR: Profr. Julio César Sánchez Carvajal
Escuchaba estos días por la televisión, ante la
efervescencia electoral, que uno de los ejes fundamentales en los que deben
trabajar los candidatos es la educación. Sin duda, un país eficientemente
educado de manera integral contará con ciudadanos que tengan mejores
herramientas para enfrentar las diversas demandas que emanan de este mundo
contemporáneo, no sólo por los aprendizajes y conocimientos adquiridos, sino
por la formación que esto conlleva.
Apreciables lectores de “Telemedios.mx”, este
día quiero compartirles algo que seguramente ustedes desconocen si es que no se
encuentran dentro del ámbito educativo; o bien, si es que no han tenido hijos
en educación secundaria en los últimos cuatro años, se trata de una norma que
beneficia a los estudiantes con un desempeño académico insuficiente en el
último nivel de la educación básica y que enseguida expondré.
En el marco de la “Ley General de Educación”
existe el Acuerdo conocido como “696” en el que se establecen las normas
generales para la evaluación, acreditación, promoción y certificación en la
educación básica. Este Acuerdo fue expedido por el aquel entonces Secretario de
Educación Pública Emilio Chuayffet Chemor. En su artículo 13, se refiere a los exámenes de recuperación en el nivel educativo
de secundaria; éste es el recurso normativo al que en líneas arriba me refería
y del cual hablaré en esta columna.
Pero, ¿qué son estos exámenes de recuperación y en qué consiste su aplicación? Estas
“evaluaciones” son instrumentos que fueron pensados e instituidos con la
finalidad de brindar apoyo oportuno a los
alumnos que se encuentren en riesgo de no acreditar al final del ciclo escolar.
Este o estos exámenes, a consideración del profesor, deben aplicarse desde el
tercer bimestre a los alumnos que no hayan aprobado sus diferentes asignaturas
desde el primer bloque. Esta oportunidad tiene como límite hasta el cuarto
período de evaluación.
Cualquiera de nosotros que haya cursado la secundaria
hasta antes del año 2010 hubiera considerado inimaginable el hecho de poder
reprobar hasta cuatro veces en el ciclo escolar cualquier número de materias y
“recuperarlas de manera “ordinaria” casi al final del ciclo escolar. Estábamos
acostumbrados y educados por nuestros padres a estudiar de tal forma que el sólo
hecho de pensar que podríamos pasar por la vergüenza de ver nuestra boleta
manchada con números rojos, aunque aprobáramos el año, implicaba un fuerte
reprimenda de las que hoy en día se usan muy escasamente en la educación de
niños y adolescentes. Sin embargo, como dice el dicho: “las generaciones van
cambiando…”, aunque este cambio no necesariamente representa una evolución para
bien.
Precisamente por estos días se cumple un año de
la presentación del Nuevo Modelo Educativo, producto de la reforma educativa.
Este nuevo modelo a palabras del presidente de la República pretende, cito: Que la escuela del siglo XXI sea un espacio
en el que las nuevas generaciones “aprendan a aprender” a lo largo de su vida;
aprendan a reflexionar, aprendan a discernir y aprendan a resolver los retos de
su entorno.
Resolver retos en nuestro entorno es
precisamente concientizar a nuestros estudiantes de que el mundo real no es
fácil, y que las oportunidades y los lugares se ganan, la mayoría de veces a la
primera, con esfuerzo y dedicación, no con segundas oportunidades que lo único
que nos hacen es formarnos como personas mediocres destinadas al fracaso porque
no aprendimos a superar las adversidades por nosotros mismos, ya que siempre
había algo (un examen o trabajo) o alguien que nos resolviera los errores
cometidos.
Es cierto que de los errores se aprende y se va
forjando el carácter y tal vez la postura de quien escribe es un tanto radical,
pero considero que debe haber un poco de congruencia entre el discurso que
emana de las autoridades y lo que estipulan en las leyes y normas que rigen a
la educación.
La vida escolar, en algunos centros educativos
puntualizo, ha caído en una dinámica tan mediocre en la que tanto algunos
colegas docentes como alumnos de bajo desempeño han devaluado la eficacia de
recursos como éste, que su aplicación y uso ya no requiere de un mínimo
esfuerzo por verdaderamente garantizar que al final del ciclo escolar el alumno
adquiera los aprendizajes esperados de acuerdo al plan y programa de estudios,
sino sólo por entregar una nota que “ayude” al alumno a acreditar el año
escolar.
Es necesario replantearnos y cuestionarnos qué
tipo de educación queremos y exigimos para las nuevas generaciones que serán
parte de nuestro México. Una verdadera educación de calidad que muestre a los
alumnos que su formación depende en parte de las estrategias bien implementadas
en el aula de su docente y de la continua participación de sus padres junto con
su esfuerzo pero sobre todo de la dedicación y empeño que ponga en las
actividades que le corresponden. O bien una educación hecha a modo, en la que
no se requiera el mínimo esfuerzo ya no se diga para obtener una nota, sino
para adquirir una serie de conocimientos que le ayuden a abrirse paso en una
sociedad llena de información que es necesario discernir.